Hola amig@s. Hoy vamos a hablar de una enfermedad que afecta a nuestros peluditos de orejas puntiagudas y minicuchillos en las patas, la “peritonitis infecciosa felina” (P.I.F.). Muchos de vosotros no habréis oído hablar de ella, otros habréis escuchado cosas horribles. Aunque la P.I.F. no es una enfermedad muy frecuente en nuestros gatitos, sí lo es el virus que la provoca, el Coronavirus felino. Nuestra intención no es daros una charla técnica sobre la enfermedad, sólo pretendemos que la conozcáis, y los que tenéis gato que os animéis a vacunar contra ella ya que existe la equivocada creencia de que “al gato solo se le vacuna de la tetra/pentavalente y si sale de casa”, aunque eso es otro tema.
Para empezar, este virus es un tanto rarito. Hasta el 40% de gatos domésticos y hasta el 100% de gatos procedentes de colonias/criaderos son seropositivos al virus, pero esto no quiere decir que todos tengan la temible enfermedad de la P.I.F..Desde el punto de vista clínico, el virus tiene dos biotipos diferentes, el del P.I.F. (productor de la enfermedad fatal) y el del Coronavirus entérico felino (productor de diarreas y vómitos principalmente), es decir, diferentes cepas del mismo virus, con diferente virulencia y diferente comportamiento biológico, lo cual viene dado por su genoma. Pero para complicar más aún la cosa, el virus es susceptible a la mutación espontánea durante su replicación, lo cual añade mucha más variación respecto a la virulencia y el comportamiento del virus. A pesar de estas variaciones, no podemos diferenciar de cuál de ellos se trata desde el punto de vista antigénico, y aquí es dónde se nos empieza a complicar la vida a los veterinarios a la hora de llegar a un diagnóstico. Por otra parte, y para hacerlo más difícil, se especula con una predisposición individual del propio gato a desarrollar la enfermedad, como la predisposición racial, situaciones estresantes, enfermedades concomitantes…
Por lo tanto, la enfermedad clínica de P.I.F. aparece cuando un gato susceptible se expone a una mutación de un Coronavirus virulento y se infecta sin que el sistema inmunitario del animal pueda contener la infección.
Los gatos se infectan a partir de las heces de otros gatos (que pueden estar clínicamente enfermos o no, o eliminar un Coronavirus de menor virulencia). Hay que pensar que siempre que haya una infección por un Coronavirus felino (aunque sea el productor de diarreas) existe el riesgo de que haya una mutación vírica que aumente la virulencia y surja una cepa que produzca el P.I.F. y se desarrolle la grave enfermedad.
Nosotros como veterinarios, generalmente vemos casos de P.I.F. en gatos jóvenes (de menos de dos años) que proceden de lugares con alta densidad de gatos (protectoras, refugios, colonias o criaderos).
No vamos a hablaros de los muchos signos clínicos que puede tener la enfermedad, simplemente contaros que inicialmente son muy inespecíficos (no quieren comer, están apáticos, pueden tener fiebre…) y los signos más graves aparecen posteriormente (acúmulo de líquido en cavidades orgánicas, signos oculares, neurológicos, afectación de órganos internos…), por lo que los profesionales incluimos en nuestro diagnóstico diferencial SIEMPRE está enfermedad, y más en gatitos jóvenes.
La parte triste de la historia viene cuando aparecen esos signos posteriores, ya que llegados a este punto la muerte de la mascota es prácticamente irreversible.
Debido a la gran variedad de signos clínicos, su inespecificidad y que obviamente no se suelen dar todos simultáneamente, los veterinarios hemos tratado de encontrar hallazgos en otras pruebas para poder diagnosticar la enfermedad. La analítica sanguínea de un gato con P.I.F. presenta cambios inespecíficos también. Al hacer radiografías o ecografías veremos el acúmulo de líquido en abdomen, tórax, saco pericárdico…lo cual es indicativo pero no específico.
Podemos analizar el fluido acumulado en cavidades, exámenes del liquido cefalorraquídeo en casos neurológicos, serologías para detectar el Coronavirus, técnicas de PCR… Y sólo en un pequeño número de casos lograremos llegar al diagnóstico definitivo.
Todas estas pruebas por separado no proporcionan un diagnóstico definitivo, sin embargo juntas apoyan el diagnóstico presuntivo de P.I.F. .
Respecto al tratamiento, solo comentaros que actualmente no existe una cura de la enfermedad. Disponemos de diferentes alternativas que en algunos casos logran prolongar la vida del gato o al menos mejorar su calidad. No obstante, y aunque sea triste, en la mayoría de casos que vemos, la opción más humanitaria sigue siendo la eutanasia del animal para evitar su sufrimiento.
Pero no pretendemos asustaros, como ya hemos dicho, la enfermedad es poco común y además disponemos de vacunas para intentar prevenir la enfermedad en la medida de lo posible. Es una vacuna “curiosa” que suele sorprenderos ya que no se inyecta, sino que se aplica directamente sobre los orificios nasales donde ejerce una acción local.
Esperamos que hayáis disfrutado del artículo, especialmente aquellos que sois amantes de los felinos, como nosotros. Os animamos personalmente a que nos planteéis temas que os interesen y podamos hacer más artículos que os esclarezcan dudas que tengáis.
¡Hasta la próxima!