Hola amig@s, hoy toca hablar de un tema peliagudo, y más en nuestro municipio, castigado por esta lacra en unos tristes sucesos por todos conocidos, hace ya un tiempo.
Dentro de la Veterinaria existe una disciplina llamada Etología que es la encargada del estudio del comportamiento de los animales. Por lo tanto, es el veterinario el profesional más indicado para poder afrontar los problemas conflictivos de las mascotas. Será él quien deba analizar la situación y determine las medidas terapéuticas a adoptar.
Entre ellas, por qué no, pueden estar medidas como recurrir a especialistas veterinarios en etología y si esto no fuera posible, a adiestradores o educadores, cuando lo considere necesario u oportuno. Tampoco se debe olvidar el tratamiento quirúrgico estrella en estos casos, la esterilización, tan necesaria, por no decir de obligado cumplimiento en muchos casos de agresividad.
La agresividad es un capítulo dentro de la Etología que ocupa una gran extensión en todos los libros sobre esta asignatura, incluso se escriben libros que hablan específicamente de la agresividad. Por este motivo, no es el objetivo de este artículo profundizar en el diagnostico y el tratamiento de la agresividad, ya que se trata de un tema arduo y complejo, que requeriría muchos periódicos para resolverlo. Sin embargo, es nuestra intención tocar determinados aspectos de la agresividad que quizás por desconocimiento en unos casos, o por dar validez a conceptos o ideas erróneas en otros (muchas veces grabadas a fuego en nuestra cultura), dan lugar a situaciones verdaderamente lamentables tanto para animales como para personas.
Primeramente hay que saber hacer un buen diagnostico de la agresividad, y creednos que en ocasiones esto es fácil de confundir por personas sin una experiencia mínima en lo que son las conductas normales de los animales. Así, en ocasiones, juegos un poco subidos de intensidad o incluso muestras de cariño con gruñidos, son confundidas con un enfado de nuestro perro o gato. Ni qué decir tiene de este mismo tipo de situaciones pero cuando se dan entre los propios animales, donde los juegos muchas veces se acompañan de un cierto grado de inocente agresividad. Por el contrario, hay casos en los que la agresividad es difícil de diagnosticar adecuadamente incluso para un experto, ya que en realidad esa dentellada, zarpazo o gruñido, en realidad puede ser una respuesta a un dolor oculto o algún tipo de malestar que provoca respuestas violentas por parte del animal.
Una exploración completa del animal y recabar toda la información posible es absolutamente necesaria para descartar problemas de salud que pudieran ser causa de agresividad.
De la misma manera que se avanza en el conocimiento de enfermedades como la diabetes o la artrosis mediantes estudios e investigaciónes, en los últimos años se ha avanzado mucho en el tema de la agresividad y se ha podido demostrar que la tan mencionada dominancia, como causa de agresividad, no lo es tanto, y en realidad hay ocultas a esa aparente dominancia, otras causas de violencia como son motivos derivados del miedo, problemas sociológicos, influencias de tipo sexual e incluso enfermedades de tipo hormonal como el hipotiroidismo. Por lo tanto, son muchas las causas que pueden generar agresividad, y el tratamiento será muy diferente en base a esta causa. Dicho de otra manera, si no establecemos correctamente el motivo de este comportamiento, el tratamiento podrá convertirse en un auténtico fracaso y a veces, incluso podrá resultar contraproducente.
Precisamente nuestro municipio cuenta con un espacio idílico para poder realizar un tratamiento magnífico frente a los problemas de agresividad por motivos sociales, el parque canino situado en La Vega. Dicho espacio, gracias a su extensión, vallado y situación le confiere unas características ideales para que los perros puedan desarrollar toda su capacidad sociológica y poder así corregir conductas, al tiempo que le permite disfrutar e interrelacionarse. Pero para ello, como para muchas otras cosas, deberá ir acompañada por una actitud responsable y coherente por parte del dueño del animal, premiando respuestas adecuadas y modificando aquellas que no lo son tanto.
Los veterinarios siempre estaremos a favor de la creación de espacios de este tipo y no solo eso, también de que espacios públicos como jardines y otros parques puedan ser utilizados por nuestras mascotas de manera respetuosa, aunque para ello sea necesario adoptar limitaciones de horarios o de entornos físicos para uso infantil. Porque si hay algo obvio, es que como cualquier otro ser vivo, los perros necesitan momentos de libertad, donde además puedan realizar ejercicio físico, vital para evitar situaciones de tensión y energía contenida. Por el contrario, está absolutamente demostrado que un sometimiento continuo a un collar y una correa, precisamente fomenta la agresividad, como lo demuestra el hecho de que los perros cuando van atados a su dueño tienen en muchas ocasiones reacciones violentas ante la presencia de otros perros o de objetos y aparatos que asustan por el ruido que emiten, mientras que si se les suelta, su comportamiento cambia radicalmente a otro mucho más apacible y sociable.
En definitiva amig@s, un perro agresivo no es un perro feliz y su dueño nunca podrá disfrutar de los paseos en su compañía, por lo tanto, por el bien del animal, si queremos dar calidad de vida a nuestra mascota y por ende, a su dueño, deberemos reconocer y asumir el problema de agresividad, dejar las escusas y los argumentos sin valor a un lado (la edad, experiencias anteriores, la procedencia o la raza del perro, la falta de tiempo…), y tomar medidas al respecto siempre amparadas por un profesional que nos oriente.