Una nueva historia sobre la lucha contra el cancer con una moraleja muy clara
Hoy queremos contaros la historia de Kyra, toda una veterana alaskan malamute, con la que nos unía un vinculo familiar, ya que se podría decir que es prima de nuestros Klein y Arezza.
Los más observadores se habrán percatado que escribimos en pasado, podéis imaginar lo que eso supone. En honor a la verdad debemos decir que su historia estaba escrita hace muchas semanas pero en clave de éxito, mucho más positiva, sin embargo la realidad nos ha pasado por encima, y antes de que os la pudiéramos contar, esa realidad, cruel en ocasiones, nos ha obligado a modificar el tono de la historia.
A finales de mayo, «Kyra» apareció por la clínica triste, decaída, inapetente, cosa absolutamente anormal en ella, que si por algo se la conocía era por tener un apetito voraz y por derrochar simpatía entre todos los componentes de la clínica, incluidos sus «primos». Ante esta situación, y dado que «Kyra» ya tenía 10 años, se le hicieron unas pruebas, siento todas o negativas o nada concluyentes. Sin ninguna pista a la que poder agarrarnos, decidimos esperar unos días y confiar en que se tratara de algo pasajero. Pero estaba claro que nuestro temor inicial a que algo serio se avecinaba, no era infundado. A los pocos días, «Kyra» seguía triste, no comía y estaba mas delgada. Sin embargo, esta vez había algo más, su andar era mas dificultoso y daba la impresión que sus brazos habían aumentado de grosor. La radiografía se hacia obligatoria, y de paso, cuando la revelamos, sería la encargada de ponernos sobre la pista del diagnostico. Tenia una lesión en sus huesos que nos avisaba de que algo mas ocurría en su pecho. La superficie de los huesos era irregular, rugosa y por supuesto dolorosa, es lo que se conoce como osteopatía pulmonar hipertrófica. Os preguntareis, ¿que tienen que ver sus brazos con sus pulmones o su corazón? Efectivamente, se trata de un raro e infrecuente síntoma que aparentemente no tiene nada que ver, pero que en el fondo guarda mucha relación. Una nueva radiografía, pero esta vez de tórax nos decía que algo mas pasaba en este lugar.
En este punto, tuvimos que recurrir a una ecografía de corazón, para llegar al fondo de su enfermedad. El resultado no podía ser mas terrible, «Kyra» tenia un tumor en el corazón.
Tras el mazazo inicial, tras el duro momento de comunicarlo a sus dueños, y después de analizar la situación recabando toda la información posible, junto con sus amos, decidimos que había que intentar ayudar a «Kyra». Ya sabíamos cuál era el problema, teníamos el diagnostico, pero nos faltaba algo muy importante para poder seguir, necesitábamos poner nombre y apellidos a ese tumor. Ante la imposibilidad de poder tomar una muestra para biopsia, decidimos intentar obtener células de esa masa mediante una citología. Y así lo hicimos, pero la citología, con todas sus limitaciones, solo nos permitía confirmar que se trataba de un tumor, y que posiblemente tuviera un cierto grado de malignidad.
De nuevo nos enfrentábamos a la decisión de luchar contra ese tumor mediante un tratamiento general o rendirnos y asumir un desenlace fatal mas o menos tarde. Sus dueños optaron por la decisión valiente de luchar, aunque conscientes de lo que ello podía suponer sin un pronostico claro.
Pronto, Kyra recibió la primera sesión con un medicamento que en apenas media hora, le introducíamos directamente en sangre. La expectación y la incertidumbre que sucedió a los siguientes días, confiando en una mejoría, nos tenía a todos en vilo. Sin embargo, «Kyra» parecía no estar de acuerdo con nosotros, y pronto empeoró de manera preocupante, hasta el punto de tener verdaderas dificultades para respirar. Una vez mas, una radiografía de tórax nos decía que el tema se complicaba, sus pulmones se estaban encharcando. Si queríamos dar tiempo a que la medicación hiciera su efecto teníamos que eliminar ese liquido y que «Kyra» volviera a respirar bien, lo que ademas haría que recuperara el apetito. Y así lo hicimos, conseguimos extraer una cantidad de liquido brutal, impensable para un animal que pese a todo conseguía respirar con todo eso dentro, lo mediamos por litros. Estábamos en junio, «Kyra» seguía a duras penas soportando la enfermedad, una diarrea severa hacia que empezáramos a pensar en lo peor, surgían las dudas, las preguntas, ¿tenia sentido seguir pese a tanto sufrimiento? ¿eramos egoístas al anteponer nuestro trabajo por el bienestar de nuestro paciente? No eramos los únicos que así pensábamos, sus dueños estaban a punto de tirar la toalla.
Sin embargo, un motivo tan simple como que aún le quedaban pastillas para acabar el tratamiento, hizo que aguantáramos unos días más. En esos días, como si alguien más decidiera apuntarse en nuestro afán por sacar adelante a «Kyra», alguien con posibilidad de echar una mano a nuestra amiga, ante nuestra estupefacción e ilusión, empezó a mejorar, y poco a poco, superando todos y cada uno de los síntomas, la respiración difícil, la diarrea, la inapetencia, volvimos a recuperar a la «Kyra» que siempre habíamos conocido.
Tras esto vinieron unos días preciosos, nuestra «prima» volvía a entrar con una sonrisa de oreja a oreja por la clínica, jugaba, nos pedía golosinas y las devoraba con la idea de que antes de llegar a su garganta ya hubiera otra golosina de camino. Recuperaba peso por momentos y su dueño nos comentaba que volvían a dar buenos paseos por su barrio. Lejos quedaban los días en que apenas podía andar unos pasos. Los controles nos decían que el cáncer seguía en su sitio, pero le estábamos acorralando, le teníamos contra las cuerdas. Eramos conscientes de que las tornas podían cambiar, pero que nos quitaran los bailado, habíamos recuperado a nuestra «Kyra» y sus dueños volvían a compartir momentos felices.
Era finales de septiembre cuando la cruda realidad nos dio el mazazo que nos temíamos. Nuestra amiga volvía a recaer, apenas podía moverse, había perdido el apetito y su color de mucosas, pálido, nos hacía temer lo peor. La situación era crítica, pero no tiramos la toalla. Sus problemas se debían al mal que le afectaba a sus brazos, le dolían. Hicimos un cambio en la medicación, añadimos un potente analgésico en un último intento por mejorar su situación, y esperamos, confiamos, al menos un fin de semana, ojalá el lunes viéramos de nuevo esa enorme sonrisa.
Todos los que tenemos perro o gato sabemos lo duro que es pasar por momentos así, nos gustaría no tener que tomar la decisión de poner fin a la vida de ese ser vivo que tantos momentos felices nos ha dado. Para el veterinario que lleva el caso no es menos duro por mucho que lo afrontemos a diario. Hay casos que te resultan especialmente crueles. No es fácil aceptar que lo que hace hincar las rodillas sea algo secundario al problema principal. El dolor que «Kyra» tenía en sus brazos fue insoportable y junto con su tumor en el corazón acabó con ella un triste miércoles de mediados de octubre.
Desde que los tratamientos frente al cáncer, llamadlos quimioterapia si queréis, están más cerca de nuestra disposición, y desde que cada vez más propietarios de mascotas se lanzan a intentarlo, hemos aprendido una cosa muy importante. No son muchos los tumores que se consiguen erradicar con estos tratamientos, algunos como fue el caso de «Kyra» sirven para dar 5 meses más de vida con buena calidad, otros incluso más. Pero hay algo que nos queda muy claro, y es que sus dueños pueden despedir tranquilos a su querido animal sabiendo que lo han intentado todo, y que han podido estar a su lado un tiempo más, mientras se van haciendo a la idea de una verdad que todos debemos asumir cuando años atrás tomamos una decisión tan responsable como es la de añadir una mascota a la familia, que la vida es un viaje con un final, y de nosotros depende que recordemos con orgullo los preciosos momentos que hemos ido viviendo por el camino junto a los seres vivos que amamos.